Hace
veintitrés siglos Alejandro Magno, rey de Macedonia, conquistó
y unificó Grecia bajo su cetro, luego hizo lo mismo con Persia,
Egipto y siguió extendiendo sus conquistas hacia el Este, llegando
hasta la India, donde sus hombres, ya cansados de tanta conquista, se negaron
a seguirle. Fue una obra inmensa, no sólo militar, sino cultural;
la cultura griega se extendió hasta la India. El hombre que hizo
esto, que cambió la Historia para siempre, murió a los 33
años, víctima de unas fiebres. Hoy día poca gente
muere de muerte natural a los 33 años. Si el mismo Alejandro Magno
hubiera vivido hoy, sus fiebres no hubieran pasado de ser una simple anécdota,
solucionada con unos antibióticos.
La
muerte estaba mucho más presente en las sociedades pasadas que las
actuales. La esperanza de vida no iba más allá de los treinta
años para el hombre del Paleolítico. En la Edad Media, las
epidemias de peste negra se llevaron a uno de cada tres europeos; como
media, por lo menos, murió un miembro de cada familia. La muerte,
representada como una calavera con una guadaña, aparece frecuentemente
en el Arte de este tiempo. Así era imposible mantener un mínimo
de esperanza en el futuro, era muy triste vivir en estos “tiempos rotos”,
como así los definió un cronista medieval. En el siglo XIX,
tampoco era raro morir joven. Emily Brönte, autora de la novela “Cumbres
Borrascosas”, murió cuando tan sólo tenía 22 años.
Gustavo Adolfo Becquer, poeta cuyas “Rimas y Leyendas” son famosas, murió
con tan sólo 34 años. Si murieron tan jóvenes y legaron
a la Humanidad sus bellas obras, ¿qué no hubieran hecho si
hubieran llegado a ancianos?
No
hemos mencionado la mortalidad infantil, frecuentemente cercana al cincuenta
por ciento. Muchas veces, los padres daban más cariño a los
hijos mayores que a los pequeños. Era mejor no hacerse muchas ilusiones
sobre su futuro.
Hemos
hablado de la cantidad de vida, ¿pero qué pasaba con la calidad?
Las temperaturas en Europa no han variado sensiblemente desde entonces;
el frío era tan crudo como ahora, pero no existía calefacción,
sólo el calor de la lumbre. Y el invierno es muy largo. No era de
extrañar que la llegada de la primavera fuese celebrada con fiestas
y canciones. Pasar hambre era lo normal y la ruina de una cosecha podía
significar la muerte. No era de extrañar que la enfermedad se cebara
en estos organismos mal alimentados. La higiene era escasa y las personas
casi convivían con la suciedad y los desperdicios. Los servicios
de saneamiento y el agua caliente son recientes. El trabajo era duro, a
veces atroz, y todavía empeoraron más las condiciones al
abandonarse el trabajo artesanal por la producción industrial. A
lo único que podían aspirar las mujeres era a casarse y tener
hijos. La cultura y las posibilidades de desarrollo personal eran escasas,
por no decir escasísimas. En el siglo XVIII, el Siglo de las Luces
y de la Ilustración, era más barato emborracharse con una
botella de ginebra que comprar el periódico. Y la ley no era muy
justa. Robar para comer podía acabar con la muerte en la horca.
En
el siglo XVII se produce una revolución científica; Descartes,
Newton y Leibniz, entre otros, publican sus trabajos, que producen un enorme
avance en las matemáticas. El siglo XVIII traerá la Ilustración;
se valora la cultura y el progreso tecnológico y los naturalistas
recorrerán el planeta en busca de nuevas plantas que cultivar para
la alimentación y la industria. Finalmente el siglo XIX culminará
este proceso con la revolución industrial, que confiará todo
el progreso de la Humanidad a la ciencia y la tecnología.
Es
en el siglo pasado cuando todo comienza a cambiar lentamente, acelerándose
el proceso en este siglo. La medicina da un salto espectacular con el descubrimiento
de Pasteur de que las enfermedades infecciosas son provocadas por microorganismos.
En Inglaterra, a mediados de siglo, la “Comisión de los Pobres”
dictamina que todos los ciudadanos deberían poseer agua potable
y unos adecuados servicios de saneamiento. Los poderes públicos
empiezan a consideran que es importante que todas las personas aprendan
a leer.
El
cambio se pone en marcha y en el siglo XX se acelera. Todos los avances
tecnológicos se complementan y apoyan y provocan un mayor crecimiento
económico que repercute sobre el bienestar de la Humanidad. El avance
de la Medicina ayuda a vencer las enfermedades y llevar una mejor calidad
de vida. La productividad agrícola aumenta espectacularmente y por
primera vez en la Historia empiezan a existir generaciones que no conocen
el hambre. Las mejoras en la construcción permiten tener unas viviendas
más confortables y con mejores servicios. Las mejoras industriales,
en las comunicacionesy transportes
permiten un mayor crecimiento de la economía y un mayor bienestar
para el conjunto de la sociedad. Se impone el interés por la cultura
y se considera la escolarización básica obligatoria.
Hoy
día la esperanza de vida supera los sesenta años y la calidad
de vida, en general, no es mala. Se tiene acceso a la información,
a la cultura, a la calefacción y al agua caliente, a la sanidad.
Las mujeres tienen la posibilidad de desarrollar una vida profesional.
Por Internet podemos estar más cerca de los familiares lejanos o
sentir más cercana la realidad de otros países, de otras
culturas. Y aspectos, tan sencillos, como ver una película en la
televisión, escuchar música o, simplemente, tener luz suficiente
después del anochecer, serían impensables en épocas
pasadas.
Nuestros
antepasados lucharon duramente por hacer realidad esto que tenemos hoy.
En general, vivieron mucho peor de cómo ahora nosotros vivimos.
Pero su esfuerzo no fue en vano porque legaron a sus descendientes algo
en lo que ellos creían: una vida mejor. En muchos aspectos, hoy
vive mejor una persona humilde que una persona pudiente de hace siglos.
Todo
esto ha ocurrido gracias al desarrollo científico y tecnológico.
Pero
no todo son luces. Por desgracia también hay sombras.
Este
avance no ha sido igual para toda la Humanidad. Ha dividido a los países
en dos tipos: los países desarrollados y los países en vías
de desarrollo (pero que no terminan de desarrollarse). En los países
desarrollados el progreso científico y tecnológico ha logrado
en las sociedades de estos países un bienestar impensable en épocas
pasadas. En cambio, en los países en vías de desarrollo,
sólo se ha producido un avance en ciertos aspectos, provocando enormes
desequilibrios. La superpoblación, la injusticia social, la guerra,
la falta de recursos, la deuda externa, el hambre, la delincuencia (organizada
y sin organizar) y el analfabetismo son sólo algunos de los aspectos
con los que tienen que convivir los ciudadanos de estos países.
El
deterioro del medio ambiente es otro hecho destacado. ha hecho que estas
mismas sociedades hallan tomado conciencia de la importancia de su conservación.
El aumento de las emisiones de gases con efecto invernadero pueden llegar
a provocar un cambio climático. Podemos quedar sepultados entre
montañas de basura y residuos. Muchos ríos, antes llenos
de vida y color, hoy son cochambrosas ciénagas. Hemos exterminado
en la segunda mitad del siglo XX más especies que a lo largo de
toda la historia de la Humanidad; hemos perdido un tesoro del que ni siquiera
sabemos el valor que tenía. Pudiera ser que en entre esas especies
desaparecidas para siempre (esto es lo terrible de la extinción)
se hallasen la solución al cáncer, al SIDA, al Alzheimer,
o simplemente fueran ricos alimentos o bellas plantas o animales para admirar
y hacernos la vida más agradable. Cada día que pasa desaparece
una porción de las selvas de la Tierra, auténticos pulmones
del planeta y la erosión y el desierto van ganando terreno. Junto
con las especies y las selvas también desaparecen comunidades indígenas
con una rica cultura oral, que se perderá para siempre.
Hoy
la capacidad de destrucción humana es muchísimo mayor que
hace siglos. Si para arrasar una población antes había que
desplazarse al lugar con un granejército
y luchar, hoy día se puede hacer a distancia, sin enterarse de lo
que ocurre en el lugar, sin tener que oír gritos, ni sollozos. Debemos
huir de la imagen de que las sociedades antiguas eran forzosamente guerreras.
Durante la Pax Romana o en algunos siglos medievales, la mayor parte de
Europa murió sin saber lo que era la guerra. La sociedad era de
costumbres
violentas,
pero la guerra no formaba parte de sus vidas. La capacidad de matar a distancia
ha llevado a que en las guerras del siglo veinte haya muerto más
proporción de civiles que en la guerras de los siglos anteriores.
Y una siniestra sombra se abate sobre la Humanidad: el armamento nuclear
permite que por primera vez en la Historia la posibilidad de que la Humanidad
desaparezca. No seamos tan presuntuosos de creer que podemos destruir toda
la vida sobre la Tierra. Ha habido a lo largo de su historia, enormes cataclismos
y la vida ha seguido adelante. Pero una cosa es cierta: la Humanidad no
sobreviviría si todo el armamento nuclear fuera utilizado.
Tampoco
las sociedades de los países desarrollados parecen estar libres
de problemas. La pérdida de valores, el estrés, el paro,
el deterioro de las relaciones humanas y la insatisfacción es el
precio que ha habido que pagar por vivir mejor.
Una
encrucijada es un cruce de caminos. Cuando se llega a ella, hay que decidir
por tomar un camino u otro. En ese momento histórico nos encontramos.
Podemos
optar por el camino del desastre. Olvidar que sólo somos humanos
y creernos dioses. Ser insolidarios con el resto de la Humanidad, pensar
que el planeta va a aguantar todo lo que le echen, no esforzarnos por conseguir
la paz y no intentar poner solución a nuestros problemas. Tarde
o temprano se producirá el fin de la Humanidad y las peores pesadillas
de los escritores de ciencia-ficción no serán nada cuando
lo veamos encima.
Pero
también podemos optar por el camino de la supervivencia. Pensar
con humildad en que sólo somos humanos y mortales y que debemos
dejar a nuestros descendientes un mundo mejor que el nuestro, pensar que
todas las fronteras de los países son en el fondo algo artificial
y que hay que pensar en el bien de la Humanidad, pensar que debemos cuidar
nuestro bello planeta porque es nuestra casa, pensar que la guerra nunca
es el procedimiento adecuado para solucionar las diferencias y que todo
falla si falla el hombre.
Hay
que pensar que esta es la opción que tomaremos. La especie humana
es una especie social, con gran capacidad de comunicación consigo
misma. Hace un tiempo estuvo a punto de extinguirse. Los estudios genéticos
demuestran que somos descendientes de un grupo reducido. Pero sus miembros
se ayudaron unos a otros y se evitó el desastre.
Se
han encontrado esqueletos del Paleolítico con graves lesiones que
imposibilitaban a sus dueños. Sus heridas se hallan completamente
curadas y cicatrizadas. Eso significa que esos individuos fueron cuidados
por los demás. Murieron necesitando la atención de los demás,
pero aportaron al grupo su sabiduría y su experiencia. Este es el
comportamiento que permitió que la especie humana sobreviviera y
se impusiera sobre las demás especies de homínidos.
Y
ese será el comportamiento que haga que la especie humana opte por
la supervivencia.
Ingeniero
Técnico Agrícola, Licenciado
en Geografía e Historia, Doctorado en Geografía e Historia.
Especialidad: Historia Medieval.
Licenciado
en Ciencias Químicas, Doctorado en Ciencias Químicas. Especialidad:
Química Analítica y Ambiental.