Ignasi Mata
De tanto en tanto alguno de nuestros gobernantes aparece en los medios
diciendo cosas como "la ciencia va bien" o "lo de que inventen ellos pasó
a la historia", lo que provoca reacciones indignadas de muchos científicos,
que hablan de engaño y manipulación. A los responsables de
nuestra política científica les resulta difícil comprender
estas quejas ya que, según ellos, si bien es cierto que todavía
no estamos a la cabeza de Europa, avanzamos rápidamente. Algunos
matizarían estas palabras diciendo que estamos mucho más
cerca de la cola que de la cabeza y que el avance es tan lento que casi
ni se nota. Olvidando estas pequeñas diferencias de matiz, lo importante
es que nos movemos en la dirección correcta. Como prueba ahí
están las inauguraciones de laboratorios o las videoconferencias
al espacio exterior, todo ello detalladamente retratado por nuestros medios
de comunicación.
Lo científicos quejicas afirman que la Administración
no presta atención a los laboratorios que ya existen o a los investigadores
que trabajan en ellos. Parece que a estos científicos egoístas
les parece mal que se hagan videoconferencias al espacio exterior, pero
ellos se defienden afirmando que no se trata de renunciar a nada, sino
de dedicar más fondos a la I+D ya que, dicen, los actuales son claramente
insuficientes. Por otro lado, cada año, al presentar los Presupuestos,
vemos que la parte dedicada a I+D ha crecido un no sé cuanto por
ciento. Que los presupuestos para ciencia y tecnología aumenten
año tras año sin que los que nos dedicamos a la investigación
veamos la mejora por ningún lado es un problema al que muchos científicos
nos gustaría encontrar respuesta. No es sólo curiosidad científica,
es que nos gustaría poder hacer nuestro trabajo en condiciones.
Una teoría que intenta explicar el desacuerdo entre lo que dicen
los políticos y el día a día del investigador medio
afirma que los presupuestos de investigación se dedican en realidad
a investigaciones militares o, simplemente, a comprar armas. Los defensores
más radicales de esta teoría aseguran incluso que nuestros
politicos intentan ocultar esta verdad a la opinión pública.
Sin embargo, cualquiera puede consultar los presupuestos y, cuando se les
pregunta por el tema, los responsables de nuestra política científica,
en lugar de negarlo, hablan de las excelencias de la investigación
militar.
Por desgracia, los autores de los Presupuestos no están muy
predispuestos a entrar en detalles sobre dónde va la parte de I+D
así que, para saber más, lo mejor es consultarlos por sí
mismo. Saber cuánto se va a investigación es fácil
ya que está todo agrupado en un único apartado, la Función
54, a la que corresponden, millón arriba millón abajo, unos
4400 millones de euros. Parece mucho dinero, aunque si miramos cualquier
indicador sobre la situación de la I+D siempre aparecemos a la cola
de Europa y no nos movemos de ahí, así que o no es mucho
o se usa muy mal.
La Función 54 está dividida en programas y partidas clasificadas
de forma confusa y con nombres poco informativos. Sacar algo en claro es
difícil, pero buceando entre las partidas podemos intuir que estamos
ante un problema de comunicación entre políticos y resto
de la sociedad. Cuando nos dicen I+D muchos pensamos en tipos dedicados
a desentrañar los secretos de la naturaleza o a inventar cacharros
para hacernos la vida más fácil. Por el contrario, los diseñadores
de presupuestos tienen un concepto mucho más amplio de la investigación.
Por ejemplo, podemos encontrar una partida titulada "Acción de formación
dirigida a potenciar el uso de internet". Nadie duda que es una gran idea
que el Estado financie cursos de informática, pero a pocos se les
habría ocurrido llamar a eso investigación.
Puestos así, tenemos que asumir que hay dos partes en la Función
54, una dedicada a la investigación "de verdad" y otra a lo que
podríamos llamar investigación "según contables creativos".
Ambas partes están mezcladas por lo que es casi imposible saber
qué parte de los 4400 millones se va a investigación "de
verdad". Estaría bien que alguien de la Administración nos
explicase qué criterios utilizan para decidir qué es investigación
y qué no, si no algunos podrían pensar que se están
intentando inflar los presupuestos de I+D.
De todos los programas que forman la Función 54, tan sólo
uno tiene una vocación claramente militar. Es el titulado "Investigación
y estudios de las Fuerzas Armadas", con 300 millones de euros, que no es
mucho si asumimos que los otros 4100 millones son para investigación
civil. Además, no sabemos qué parte es investigación
"de verdad" y qué parte va, por ejemplo, a financiar cursos de informática
para generales. El peso de la investigación militar parece insignificante.
Sin embargo no está de más echar un vistazo a los otros
programas. Hay uno con aspecto inocente, el de "Investigación y
desarrollo tecnológico", que se come nada menos que la mitad del
presupuesto de I+D, 2200 millones. Si miramos el contenido de este programa
vemos que la mitad de este dinero, 1100 millones, se va directamente a
créditos para la industria militar, 100 millones más a la
industria civil y otros 500 no están asignados así que pueden
ir tanto a la parte civil como a la militar.
Todo este baile de cifras significa que más de la tercera parte
de los presupuestos de investigación son créditos para la
industria. Casi todos estos créditos se dedican a financiar la construcción
de nuevos tipos de armamento, desde el tablón de diseño hasta
la entrega de las correspondientes unidades acabadas y listas para matar
gente. Mirando las partidas con más detalles podemos encontrar más
datos reveladores. La Fundació per la Pau ha diseccionado la Función
54 en un informe que contiene afirmaciones como "sólo 5 empresas
vinculadas a la industria militar se llevan el doble de dinero al que reciben
en conjunto todas las Universidades españolas y el CSIC para I+D
civil". Estas afirmaciones son rigurasemente ciertas si se consultan los
Presupuestos y nos dan una idea bastante aproximada de lo que sucede con
los fondos de I+D: Una parte significativa, probablemente más de
la mitad, se va a investigación "según contables creativos"
y se gasta principalmente en ayudas a la industria militar. La investigación
"de verdad" representaría por tanto una parte menor del presupuesto
de investigación.
La solución a los problemas de nuestra I+D pasaría por
tanto por dedicar más recursos a investigación "de verdad"
y encargar su gestión a gente que piense más en políticas
a largo plazo y menos en salir en los medios y ganar elecciones. En cuanto
al dinero dedicado a investigación "según contables creativos",
incluídas las ayudas a la industria de armamento, se podría
pensar que no nos afecta a nosotros, los científicos.
Sin embargo, se habla mucho de ciencia y tecnología a la hora
de justificar estas ayudas. Se nos dice por ejemplo que son fundamentales
para crear un tejido industrial tecnológico donde los nuevos avances
científicos encuentran su aplicación, primero en cacharros
para matar gente y luego en aplicaciones civiles. Sin una apuesta por la
investigación "de verdad" difícilmente tendremos nuevos avances
científicos que transferir a la industria, pero no hay que negar
que necesitamos este tejido industrial por si algún día existe
una política científica seria y porque puede jugar un papel
muy importante en el desarrollo de nuestro sistema científico.
En cuanto a cómo se está creando esta industria tecnológica,
quizá los avances científicos llegarían antes a los
ciudadanos si pensásemos más en la aplicación civil
y menos en la militar. Resulta difícil encontrar argumentos para
justificar que, de todas las industrias con interés tecnológico,
la de armamento deba recibir un trato especial. Hasta ahora, el único
motivo que se nos ha dado es el 11-S y la necesidad de disponer de la mejor
tecnología para defenderse de los terroristas malos. Si tenemos
en cuenta que las ayudas a la industria armamentística a cuenta
de los presupuestos de I+D empezaron en el 96, este último argumento
demuestra la gran capacidad de previsión de nuestros gobernantes.
Para creernos lo del futuro tejido industrial tecnológico a
partir de la industria militar tenemos que tener mucha fe en esta capacidad
de previsión, ya que nuestra dependencia tecnológica con
el exterior está creciendo en lugar de disminuir. Al parecer, no
hay mucha tecnología propia en estos proyectos militares. Visto
que la apuesta por la industria armamentística no está produciendo
resultados positivos para nuestro inexistente desarrollo tecnológico,
estaría bien que nos explicase por qué este sector sigue
recibiendo un trato de favor en detrimento de otras industrias de interés
tecnológico. Si no algunos podrían ver en este comportamiento
oscuros intereses poco relacionados con nuestro desarrollo científico
y su repercusión en el bienestar de los ciudadanos.